El corto narra la historia del ciclista Tom Simpson, quien falleció en 1967 durante la etapa 13 del Tour de Francia, en el Mont Ventoux, a tan solo cuatro kilómetros de la meta.

Decidí contar esta historia porque me impactó profundamente al conocerla, sobre todo la decisión que tomó Simpson después de desplomarse por primera vez: pedir a su equipo que lo volviera a subir a la bicicleta. Existen libros y monumentos que recuerdan sus últimas palabras: “Put me back on my bike.” A partir de esa frase construimos también el título del corto, El ciclista, porque, ante todo, eso fue Tom: un ciclista hasta su muerte.

Ese gesto de volver a la bicicleta le permitió dar unas últimas pedaladas que lo condujeron, de manera irreversible, a una segunda caída, al coma y finalmente a la muerte. Me conmovió profundamente pensar que fue él mismo quien pedaleó hacia su propio final.

Mi intención es contar lo ocurrido con honestidad.

El único desliz moral que planteo aparece en la frase final del corto: “su ambición en el olvido.” Esa ambición lo llevó a la muerte y, simbólicamente, a perder el amor representado por su mujer, que lo seguía desde la distancia. La mujer encarna el amor en general. Esa misma ambición es, sin embargo, la que nuestra sociedad suele aplaudir y celebrar, porque nos fascinan las gestas heroicas y el sacrificio por la superación.

Me gustaría que, aunque sea por un instante, el espectador reflexione sobre la ambición de Tom y, más allá de ella, sobre cómo en una sociedad obsesionada con la superación personal, a veces lo importante no es empujar los límites, sino cuidar la salud mental, las relaciones y el sentido mismo de nuestra existencia.
No espero que todos lleguen a esa conclusión, pero esa es la mía.